Los estados de ánimo son altamente importantes para cada individuo, puesto que llevan a su cargo un papel disposicional, al determinar en cada persona una peculiar clase de humor como dominante o habitual en ella.
Si abordamos las clases de estado de ánimo, y desde un punto de vista de los estados de ánimo básicos vitales, llamamos a unas personas bienhumoradas; a otras alegres, eufóricas o joviales; a otras tristes, melancólicas u oprimidas y, por último, a otras contrariadas.
EL ÁNIMO ALEGRE (LA JOVIALIDAD)
El temple de la alegría se distingue siempre por la vivencia de una claridad interior que se irradia también al ambiente, prestándole una peculiar brillantez. La jovialidad influye de un modo decisivo sobre la totalidad del hombre, sobre sus actitudes frente a la vida y al mundo. Así, el ánimo alegre está abierto hacia el ambiente y dispuesto positivamente hacia él.
EL ÁNIMO FESTIVO
En la esfera de los temples vitales básicos alegres hay que diferenciar al buen humor de la alegría y de la euforia. También participa en ésta la claridad interior, el impulso y la libre desenvoltura. La diferencia entre el ánimo alegre y el festivo aparece, sin embargo, evidente, cuando comparamos la actitud frente al mundo y frente a la vida.
Es verdad que el alegre está abierto hacia el mundo, pero también es cierto que no lo necesita en modo alguno para conservar su buen humor. Más bien es él quien obsequia al mundo con su buen talante. En cambio, el ánimo festivo depende en mucho mayor grado del mundo exterior. Lo necesita para regocijarse en él.|
EL HUMOR TRISTE
Se reconoce por la vivencia de falta de luz, de íntima oscuridad. La falta de claridad y de colorido interior queda expresada por la palabra vulgar “sombrío”. En las tinieblas de la melancolía experimentamos un agotamiento y pobreza vital, como si dijéramos una fatiga progresiva y una inclinación, a lo que desde el plano de la vida, se nos muestra como muerte. A partir de lo dicho, han de comprenderse también otros rasgos característicos de la tristeza: la vivencia de un abatimiento y de un vacío.
EL HUMOR AMARGO
Se ha dicho anteriormente que el triste puede alegrarse, no precisamente para sí, sino para los demás, es como si su tristeza se consumiese en la soledad interna; en ello radica exactamente una diferencia esencial entre el ánimo melancólico y el humor amargo. Tienen de común el matiz de insatisfacción de su estado de ánimo con el cual el hombre se siente encadenado al presente de la vida. También en el humor amargo se sufre un déficit o empobrecimiento de los valores y un vacío interior, faltando la soltura, el desahogo y la claridad interna propios del estado de ánimo alegre. Las diferencias cualitativas del estado de ánimo que existen entre la amargura y la tristeza, y su importancia para cada individuo, destacan claramente en cuanto comparamos su cuadro global caracterológico. Es, ante todo, en sus relaciones con el ambiente donde se evidencian tales diferencias. El amargado manifiesta siempre una cierta hostilidad e irritación frente al contorno. Tanto es así, que también hablamos en tales casos de irritabilidad. El amargado esta siempre a punto de enojarse teniendo aquí su expresión adecuada el acoplamiento entre la amargura como temple persistente y la emoción del fastidio.